sábado, 22 de noviembre de 2014

Ruta "La Cerrada", Castril.


Castril (antiguamente conocido como Castril de La Peña), es un precioso municipio de Granada situado en la parte suroccidental de la comarca de Huéscar, limitando con las localidades granadinas de Castillejar, Cortes de Baza y Huéscar y con algunas localidades jiennenses como Cazorla y Santiago Pontones.

El municipio de Castril se ubica bajo una abrupta risca o peña (de ahí su nombre) y su sierra fue declarada Parque Natural, caracterizándose por su espectacular relieve, sus grutas y galerías y sus corrientes de agua en cantidad. Linda a su vez con el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas. Para llegar a Castril desde Pozo Alcón debemos coger la A-326 (Pozo Alcón - Huéscar). Hacemos unos 8 Kms. por carretera estrecha pero prácticamente recta hasta llegar al pantano de "La Bolera", que lo dejaremos a nuestra izquierda y desde ahí empezaran las curvas, algunas de ellas bastante pronunciadas y en ascenso hasta nuestro destino.

Unos Kms. antes del pueblo debemos desviarnos por la A-315, pues la anterior carretera tiene un tramo que transcurre por una zona en la cual hay peligro de desprendimiento. Minutos después estamos llegando al pantano "El Portillo", muy cerca ya de Castril.

Pantano "El Portillo".

Al llegar al pueblo hemos de pasar una pequeña gasolinera y aparcaremos en las inmediaciones de ésta. Desde aquí andamos unas decenas de metros y cogemos la primera calle a la derecha, que nos llevará a un cruce donde si seguimos recto podemos ir a la plaza del ayuntamiento y a la iglesia o  a la derecha, para bajar a la Cerrada directamente. 
Si optamos por la primera opción podremos disfrutar de unas calles estrechas, pero muy cuidadas, de sus fuentes y, por supuesto de la iglesia.

     



                 
Si por el contrario, hemos elegido ir directamente a la Cerrada, solo tenemos que continuar por la derecha sin dejarnos el camino de hormigon que en breve nos allega al río.

                                   

Una vez que bajamos nos encontramos con un puente y al cruzar éste con dos parques; a la derecha un parque pequeño, una arboleda en la que principalmente dominan los álamos y la cual te invita a sentarte en uno de sus bancos, a relajarte y disfrutar en silencio del único sonido perceptible que es el de la corriente de agua al caer por la cascada proporcionándote una sensación de paz inigualable.
Es un buen lugar para pasar un rato hablando con nosotros mismos o simplemente para encontrar "La Voz Dormida".



A la derecha nos topamos con un parque un poco mas grande, "La Arboleda Perdida", en el que se mezclan armoniosamente sauces, fresnos y álamos en cuya entrada podemos leer una conmovedora cita de Jose Saramago (Novel de literatura, que fue nombrado hijo predilecto del pueblo y del que era natural su esposa) a sus abuelos. 


“Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que mi abuela, también ella, creía en los sueños. Otra cosa no podía significar el que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: “el mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir”. No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada. Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ese fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver”.

Precioso el contraste de colores otoñales que nos deja este rincón con el susurro del río prácticamente a nuestros pies.




Al final del paseo de este pequeño "jardín" presenciamos la bajada en zigzag que nos adentra en la pasarela de madera.



Lo primero que destacamos nada mas antes de entrar en el entablado y a la derecha de éste es una antigua central hidroeléctrica, actualmente en desuso.

Hay dos tramos que dividen significativamente este sendero; la pasarela de tablones, (sostenida por vigas metálicas y anclada a la roca) y el puente colgante.



El recorrido no alberga dificultad física alguna, pues es totalmente llano. Lo puede hacer cualquier persona tranquilamente, excepto si sufrimos de vértigo, entonces esto nos puede echar para atrás un poco, aunque, realmente el maderamen no se eleva demasiado del suelo.







                                                                                                 


                                                                                                             










Rebasado este tramo llegamos a una gran pila en el río que de seguro en el verano la utiliza la gente del pueblo para refrescarse y protegerse de las sofocantes temperaturas estivales.




Sorteado el puente colgante (no sin habernos balanceado un poco antes) entramos en la gruta- túnel de unos 50 o 60 metros de longitud. 



A mitad del trayecto se abre otro agujero a la derecha que  termina en una especie de balcón desde donde podemos ver la fuerza del agua con otras perspectivas.


Finalmente después del pasadizo y tras haber contemplado la majestuosa fuerza del agua y haber notado la gelidez de la misma en este tiempo, tomaremos la alternativa de volver sobre lo trazado o seguir por el camino que nos lleva a la parte norte del municipio, haciendo escala antes por supuesto en el molino para tomar una cerveza o un refresco.



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